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Singapur, primera parte: Un mundo de sensaciones

Singapur, primera parte: Un mundo de sensaciones

Hay muchas Singapur: la multiétnica y cultural: en la ciudad estado donde viven 5.5 millones de habitantes una de cada cuatro personas es extranjera. Las étnias tienen sus barrios: el barrio chino; el barrio árabe y el barrio indio. En este post les contamos todo lo que pueden hacer en un día en Singapur.

Después de más de 32hs. de viaje, con escalas en San Pablo y Estambul nos dimos el gusto de disfrutar del servicio de Turkish Airlines: personal extremadamente amable, excelente comida donde te dan a elegir entre dos platos principales (antes de la comida principal del vuelo te dan un paño húmedo para limpiarse las manos). Todo lo coronan con un kit de viaje que incluye pantuflas, entre otros amenities. 

Hay muchas Singapur: la multiétnica y cultural: en la ciudad estado donde viven 5.5 millones de habitantes una de cada cuatro personas es extranjera. Las étnias tienen sus barrios: el barrio chino; el barrio árabe y el barrio indio.

Otra Singapur es la más frívola, la compradora compulsiva que no para de gastar donde shoppinear es deporte nacional. Cualquier excusa es buena: si llueve para protegerse de la lluvia; si hace calor y está húmedo (como casi siempre) para sacar provecho del aire acondicionado, para juntarse después de la oficina, con amigos, etc. Hay decenas de centros comerciales desperdigados por la ciudad. Desde los primeros construidos en la década del 60 hasta los ultra modernos que parecen mini ciudades. Esos donde tiemblan las tarjetas de crédito.

Con casi 7500 metros cuadrados tiene una diversidad religiosa asombrosa, por lo menos para nosotros que no estamos acostumbrados a palparlo tan de cerca. La mañana del 3 de abril, viernes santo, nos levantamos temprano para tratar de superar el jet lag y así aprovechar el día. Nos alojamos en Betel Box Hostel, un hostel sencillo, ubicado en Geylang, la zona roja de la ciudad, y a buen precio para las tarifas singapurenses (el país más caro del mundo).

Como les decíamos, bien temprano antes de prepararnos el café instantáneo Dani (a veces se ponen apodos ya que sus verdaderos nombres son impronunciables), el encargado del hostel, se acercó para decirnos que nos quedemos tranquilos, que a tres cuadras había una iglesia católica para ir a rezar. El tipo había deducido que por ser sudamericanos éramos católicos y que para nosotros la fecha era especial. Nos miramos con complicidad sin darle información sobre nuestras elecciones religiosas y agradecimos el gesto. «Esos son los brasileños, papá» casi le decimos…

Luego caminando por el barrio nos dimos cuenta de la importancia de la religión y su práctica diaria. Hay templos, mezquitas e iglesias por doquier. A toda hora hay gente rezando. Dentro y fuera de los locales de comida y de ropa hay mini altares con ofrendas a distintos dioses. Hay maneras de vestirse, de saludar, de mirar y hasta olores distintos según la étnia. Los indios, casi 100mil con permiso de trabajo, tienen un olor fuerte que le sale por los poros. Según nos dijeron, comen muy picante y eso lo transpiran. Por otro lado, están los chinos, que llegaron a esta tierra del sudeste asiático, desde el siglo XIV, y que todavía mantienen oficios como la caligrafía, la fabricación de suecos y la orfebrería. Miles de chinos y ni un supermercado donde el dueño fuera Lee, es raro 😉

Después de la caminata por la zona del hostel fuimos a disfrutar del paseo por el río Singapur en el bus anfibio de la empresa Duck tours, que da vueltas por la ciudad para luego meterse en el agua. Allí vimos el impresionante Marina Bay, un hotel con tres torres que deja a más de uno boquiabierto, luego la otra postal, el Merlion, criatura imaginaria, mitad león mitad pez, que representa los orígenes de la ciudad.

SIngapur Duck Tour
Bus Anfibioo. Singapur

Ya pasada la mañana y con ganas de rodar nos subimos al bus turístico de Duck Tour, donde hicimos el recorrido rojo, que prioriza los barrios étnicos y el centro cívico de la ciudad.

Otro capítulo aparte son los espacios verdes. Dicen que los que diseñaron la ciudad la pensaron como una ciudad dentro de un jardín. Siempre que se construye un edificio obligatoriamente tiene que haber árboles alrededor. El premio mayor es para el jardín botánico, donde el paseo de las orquídeas se lleva los galardones. Importante: este gran jardín es artificial y fue construido a medida. La modernidad del cemento es equilibrada con la naturaleza, a veces natural y otra hecha a medida.

Singapur también es conocida como la ciudad de las reglas. El que no cumple va a tener que romper el chanchito: tirar un papel en a calle puede salir mil dólares. Sería apresurado decir que por las multas la ciudad no tiene un papel en el piso. Quizás lo tengan instalado como sociedad, que sea cultural, no lo sabemos. Lo único que hicimos fue estar alertas a que no se nos caiga nada del bolsillo.

La argentinidad y el desafío a las normas establecidas nos jugaron una mala pasada. Ale cruzó mal la calle y un sonido agudo tipo láser casi nos mata del susto. Revolotearon los fantasmas de la multa…al final era un sonido que anunciaba que faltaban diez segundos para el cambio de luz en el semáforo.

Nuestra visita relámpago de un día y medio a la ciudad del Merlion nos dejó asombrados: sus amables habitantes, su riqueza cultural, sus edificios, sus espacios verdes, el show de luces y sonidos en Gardens by the bay, las flores metálicas cubiertas de vegetación que se ven desde lejos, sus barrios, su gastronomía: el arroz con pollo del barrio chino para recomendar. Los bichos los dejamos para las lagartijas. Es muy fácil verlo comer cucas a Marley por tv…

Nos quedó mucho por recorrer. Tendremos casi tres días de revancha el 23 de abril cuando regresemos a una de las perlas asiáticas antes de volver a Buenos Aires. Y así podremos contarles un poco más de esta hermosa ciudad.

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