Habíamos dejado Arequipa siempre con la promesa de volver y después de una noche mágica nos tocaba visitar al otro día el Titicaca. Algo arriesgados por querer recorrer el lago en un día cometimos un error: subir al micro pensando que íbamos a llegar con tiempo para estar gran parte del día paseando. La cuestión es que el micro se demoró, llegamos justo y no estuvo bueno correr para llegar al lanchón que nos llevaría por el lago. Aconsejamos ir con más de tiempo para terminar de relajarse y disfrutar. Correr en un lugar así es contradictorio, un sinsentido. Famoso por ser el lago navegable más alto del mundo –más de 3800 mts-, que comparten Perú y Bolivia. Hoy nos tocaba entrar por Puno, Perú. En el 2006 tuve la suerte de entrar por Copacabana, Bolivia y dormir en la maravillosa Isla del Sol. A la demora del viaje se sumó la migraña de Ale, bingo cantaron en la mesa 5! La paradoja fue buscar un largo rato agua para tomar paracetamol estando rodeados de millones y millones de litros de agua. Pasaba el tiempo, bajaba el sol y empezaba a hacer frío. ¿Todo mal? Al principio, después viento a favor las cosas mejoraron y nos centramos en disfrutar del lugar. Imposible no hacerlo con ese espejo azul profundo que se funde con el cielo.
Ya con bastante frío volvimos a Puno donde una rica pizza con una salsa picante que se le podía poner aparte sirvió para templarnos un poco. Fueron horas agitadas que valieron la pena.
Cusco, lo mejor para el final
Siempre recuerdo que mi papá cuando volvía del trabajo traía golosinas para todos. Mi manera de administrarlas era dejar siempre la más rica para el final. Esa fue la lógica de este viaje a Perú. Más allá de la distribución geográfica de los destinos Cusco fue la frutilla del postre. Claro, nos pueden decir, es parada obligatoria para ir a Machu Picchu. Creemos que Cusco no necesita de la maravilla del mundo para brillar. Es una de esas ciudades que tienen magia, donde te sentís cómodo, como en casa. De postal en postal.
Llegamos al Hotel Antawasi, nos quejamos por el tamaño de la cama –tenía 1.70m de largo-, nos pasaron a una habitación superior y salimos a caminar. Nos paramos en la Plaza de Armas, quisimos sacar una foto y fue un problema, nada entra en cuadro. Es todo digno de ser fotografiado, asoman como gigantes la Catedral y la iglesia de la Compañía, los restaurantes y pubs que bordean la plaza dan opciones gastronómicas para todos los gustos y bolsillos que varían en algunos casos según la vista que tenga el boliche de la plaza y la decoración del local.
Machu Picchu
El segundo día era uno de los más esperados del viaje, Machu Picchu, uno de los sueños que desvelan a más de un viajero se estaba por concretar. Después de atravesar paisajes de ensueño a bordo del Inca Rail donde nos sorprendió un servicio paupérrimo: la comida no estaba a la altura de las circunstancias –difería bastante de lo que ofrecían al momento de vender- y a la vuelta hacía un frío invernal que se trasladaba a los vagones del tren, llegamos a la frondosa base de la maravilla natural donde conectamos con un micro para llegar hasta arriba.
En la entrada hay un grupo de guías políglotas y expectantes en busca de turistas. Hablan en ruso, chino, alemán, inglés, francés. Según la rareza del idioma es lo que cobran. Una a favor nos dijo Ricardo, un guía que nos cobró 20 soles por dos horas de guía. Eso sí, nos pidió que no le avisemos al resto del grupo al que le cobró 30 soles.
¿Qué podemos agregar de esta ciudadela inca construida en lo más alto de una montaña? Hubo algo que no sabíamos y nos impactó: la historia de August Berns, traficante alemán que llegó cuarenta años antes del “descubrimiento” de Machu Picchu y saqueó oro y plata a mansalva de la fortaleza inca.
Es imposible no detenerse y admirar la perfección de la arquitectura inca, sus terrazas, sus conocimientos astronómicos. Observando los bloques de piedras tallados, pulidos y colocados perfectamente uno se pregunta por los extraterrestres. El guía no lo descarta.
El resto de la historia es conocida (o quizás no tanto)
Tercer día en Cusco y una visita obligada: el mercado de San Pedro que data desde 1925. Un dato curioso para estas latitudes: el encargado de la construcción fue Gustave Eiffel. Sí, el mismo loco que diseñó una escalera caracol en Arequipa. Vamos a lo concreto, si se busca comer barato el mercado es el lugar ideal, la contratara de los restaurantes lujosos que bordean la plaza. Ceviches, anticuchos, sopas, choclos con queso y pollo por doquier son parte del menú. Además de lo gastronómico se pueden comprar artesanías y ropa. Nos llamó la atención como venden carne sin que esté refrigerada. Vale la pena darse una vuelta para meterse de lleno en las costumbres cusqueñas más allá de lo turístico –más allá de que haya visitantes en el predio-.
Al otro día conocimos Ollantaytambo, perla del Valle Sagrado, y Chinchero, donde fuimos a un taller de artesanos donde nos mostraron desde el proceso del tejido, como tiñen la lana de diferentes colores con elementos de la naturaleza, hasta el lavado de la lana y su producto final. Es tremendo como conservan sus tradiciones. Lo único que modificaron fue su manera de cobrar: ahora aceptan Visa y MasterCard.
Último día en la ciudad imperial y se jugaban partidos del mundial de fútbol de Brasil. En una atmósfera increíble vimos Inglaterra vs. Italia en Paddy´s. Imagínense a los tanos gritando, los ingleses cantando, muchos con sus camisetas, todo en un clima de amistad en un bar irlandés ubicado frente a la Plaza de Armas de Cusco. La decoración del lugar, la comida increíble –mención aparte para el volcán de chocolate- y su ubicación hacen que sea un pub diferente. Algo entonados gracias a la Cusqueña bien fría fuimos al Museo del Inka, altamente recomendable para aprender un poco más sobre la maravillosa cultura inca. Imperdibles las momias conservadas en muy buen estado.
Con la admiración de haber podido palpar y sentir lo maravilloso que nos dejaron los incas -imposible de tapar por los españoles- fuimos a dar la última vuelta por la Plaza de Armas a ver los festejos del Inti Raymi o Fiesta del sol.
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