Kioto, antigua capital de Japón tiene un barrio de geishas, el Pabellón Dorado, postales como un santuario con miles de puertas rojas o el bosque de bambú de Sagano y un Palacio Imperial que muestra la grandeza de la ciudad. Te contamos qué hacer y qué comer en Kioto en cuatro días, una de esas ciudades con magia, detenidas en el tiempo. ¡Dale, cerrá los ojos y explorá Kioto con nosotros!
¿Dónde dormir en Kioto? K´s House Hostel Kyoto
A metros de la estacion de tren JR Kyoto se encuentra el hostel K´s House Hostel. Tiene habitación privada y la ubicación es inmejorable: a minutos a pie desde la estación y a 15 min a pie de Gion o a 5 min en subte si no quieren caminar.
Les recomendamos que lean el post con toda la info sobre el el K´s House hostel.
Tren Shinkansen de Nara a Kioto
Día 1
Llegar a Kioto desde Nara, la ciudad de los ciervos es tarea sencilla: un viaje de tren de menos de una hora en el que atravesamos campos de arroz y algunas construcciones centenarias perdidas en el verde césped. Algo que la hace una ciudad mágica y detenida en el tiempo es que Kioto, la antigua capital de Japón zafó de ser bombardeada durante la Segunda Guerra Mundial y por eso, conserva lugares centenarios intactos.
Lo que más llama la atención son sus templos, algo complicado de elegir en cuatro días ya que la ciudad tiene más de 1600 templos budistas y otros 400 sintoístas. Todo para medio millón de habitantes y exploradores curiosos que llegan desde diversas latitudes. Caminamos desde el hostel hasta Gion, un barrio con calles estrechas, casas de madera, cerezos en flor que parecen pintados y geishas que esperan salir sin llamar la atención de ansiosos fotógrafos. Ojo, no confundir a geishas con turistas asiáticas que alquilan trajes típicos para recorrer la ciudad. Entonces, el primer imperdible de Kioto es Gion, sus calles antiguas, de día o de noche hacen parpadear y sentir que estamos en la Era Edo, el medioevo japonés. La calle emblemática para contemplar un largo rato es Shinbashi-dori.
De allí, fuimos hasta la calle Shijō donde está el santuario de Yasaka Jinja, que según cuenta la leyenda se construyó sobre un lago subterráneo para ayudar a que el dios del este, el dragón de aguas azules, recibiera agua y así asegurar el bienestar de la zona. En el año 869 dio origen al festival más importante de todo Kioto, el festival Gion Matsuri. Sobresalen el salón principal y el escenario de baile del patio central. Así comenzamos la odisea de tener un pantallazo de algunos de los santuarios emblemáticos de Kioto, algo que podría demandar años si recordamos que hay casi dos mil templos. Sí, dos mil.
Llegamos al mediodía y podemos estar en Kioto,El Cairo o Montevideo, pero el reloj biológico no falla: tenemos hambre.Tripadvisor nos avisa que estamos cerca de Yamanaka Café, 14 Awataguchi Sanjobocho, Higashiyama Ward.Lugar más que recomendado.
Caminamos hasta el barrio de Higashiyama, al este de la ciudad de Kioto. Allí nos chocamos con un gran torii rojo, el del santuario Heian. Si van en octubre vayan al Jidai Matsuri o festival de las eras. Desde la calle Niomon disfrutamos de los cerezos en flor y el gran torii, construida en 1929 que mide 24,2 metros de alto y la distancia entre los dos pilares es de 33,9 metros. Vale la pena darse una vuelta por el santuario de Heian. Otro imperdible son los jardines del santuario, 33mil m2 increíbles.
Si todavía no compraste el JR Pass, no te pierdas nuestro post ¿Cómo comprar el JR Pass desde Argentina? Si no vivís en Argentina no importa, la info sirve para todos los países de Latinoamérica.
Si todavía están muy perdidos y no entienden cómo usar el JR Pass ni cómo viajar en tren por Japón, les dejamos nuestra guía sobre cómo usar el JR Pass con la respuestas a todas las dudas que teníamos antes de viajar.
Camino de la Filosofía
Dos kilómetros de un recorrido paralelo al estrecho canal Shishigatani que forma parte del sistema de canales que llegan hasta el lago Biwa. ¡El paseo es espectacular y encima al costado del camino hay máquinas expendedoras de helados Haagen Dazs! Ahora tienen varios motivos para darse una vuelta: el canal, los árboles, los patitos y los helados. Como parte de esos desórdenes alimenticios dignos de los días de descanso y con la excitación de estar en Japón después de la crema helada fuimos por cervezas y baozi, unos bollos de masa al vapor rellenos de carne, los probamos por curiosidad pero no nos gustaron. Ahora podemos decir, aguantes las empanadas!
Llegar al hostel demandó una caminata de 2h aproximadamente. Después de descansar un rato fuimos cerca de la estación de Kioto por el mejor ramen de la ciudad. Daiichi Asahi, un local medio pelo, algo desarreglado, con la cocina humeante a la vista desde la vereda y lleno de gente esperando para entrar como si fuese el último ramen del universo. Esperamos media hora para ingerir esa especie de sopa picante con una lonja de cerdo asado y fideos gruesos complicados de cortar con los palitos. Algo que ves hacer a los japoneses y te sentís manco, algo incómodo. Valió la pena, el ramen es un diez, el lugar un cuatro puntos disfrutable que puede definirse como el antro del «Takabashi Ramen»,
¿Dónde? 845Higashishiokoji Mukaihatacho, Shimogyo-ku.
Día 2
El famoso bosque de bambú de Kioto
Con la emoción de meternos en una postal y con el graznido de los cuervos en la nuca arrancamos el segundo día. Teníamos mil fotos en la cabeza del bosque de bambú de Arashiyama.
Llegamos hasta la estación Saga Arashiyama en el tren de línea local Sagano en un viaje que no dura más de 30 minutos. Importante: el viaje está incluido en el Japan Rail Pass. Bajar de la estación, hacer unos metros y empezar a divisar la horda de turistas no está bueno, es como el lado B de la Fontana di Trevi, una foto de lujo y del otro lado del lente una marea humana con los palos selfies a morir. Si bien el paisaje natural, la gama de verdes y la brisa meciendo los troncos de los bambúes es alucinante la cantidad de personas y el egoísmo de querer estar solos –algo imposible- genera un choque de sensaciones, de sinsabores.
Ahora, el dato gastronómico: si su cuerpo les dice “hoy ramen no, por favor” y le pide una buena porción de pastas o un risotto al mejor estilo italiano y a eso sumarle un tiramisú que se deshace en la boca métanse en el local Espressamente Illy que hay en la estación de Kioto. Una delicia.
Les dejamos un post muy interesante de Romi Por El Mundo sobre el bosque de bambú Arayishama.
Santuario Fushimi Inari, el más famoso de Kioto
En un país donde la mayoría de la comida giraen torno al arroz no quisimos perdernos el santuario del dios del arroz – Fushimi Inari.
A los pies de la montaña Inari en las afueras de Kioto –a diez minutos de tren- está el templo más famoso de todos los cientos dedicados a la deidad del arroz y el sake. Casi como actores low cost de “Memorias de una geisha” atravesamos los cientos de puertas rojas –toriis- que son donación de hombres de negocios que van -o fueron- al templo a pedir prosperidad al protector de las cosechas.
Ojo que no solo hay puertas torii, también hay más de 32000 pequeños santuarios (bunsha) repartidos por toda la zona. Importante: dar una vuelta por el santuario y escaparse, aunque sea por un rato de las hipnóticas puertas rojas.
¿Cómo llegar? Si tienen JR Pass la manera más fácil es en tren desde la estación de Kioto, acercarse a los andenes 8, 9 y 10 y tomar un servicio local –no uno rápido-. Se van a dar cuenta fácil porque el tren es “algo antiguo” y de color verde.
Agotados como para ir a cenar a Gion buscamossustento en el bar del hostel. Lo mejor: las cervezas artesanales.
Día 3
El Pabellón de Oro
Arrancamos el día yendo a tomar el bondi, el205 desde la estación de Kioto, después de preguntar y hacer la filaequivocada. ¿El destino? El Kinkaku-ji o Pabellón de Oro que es uno de los templos más interesantes de la ciudad y elplus es que sus paredes exteriores están forradas de pan de oro, literal.No como la estatuilla del Martín Fierro que parece de oro y es de aceroquirúrgico. Además, es Patrimonio de la Humanidad de la Unesco desde1994, y en su interior hay reliquias de Buda. Todo eso en un solo lugar.
La postal del templo dorado reflejado en el agua con las montañas de fondo hace que el viaje en bondi haya valido la pena. El templo abre todos los días de 9 a 17 horas, y la entrada sale 400 yenes. Sin dudas está dentro del top 3 de templos.
Palacio Imperial de Kioto
De allí vamos hasta el Palacio Imperial de Kioto, donde recorremos su exterior ya que no podemos entrar a los pabellones ni a los jardines De entrada, llaman la atención las puertas que dan acceso al palacio, la Gishu-mon, al oeste y en el sur la Kenrei-mon, puerta que solamente puede atravesar el emperador y la cual se abre justo frente al Shishinden, el edificio más importante del Palacio Imperial de Kioto donde está el trono del Crisantemo.
Lo mejor del Palacio: el Oikeniwa que es lo que toda quinceañera siempre soñó para su álbum de fotos, árboles, puentes y estanques en un estado de perfección que hace bien a los ojos y purifica el alma. Nada de sacarse fotos en los bosques de Palermo con un auto antiguo. Sin dudas que los japoneses son obsesivos con los jardines y esto es una muestra de ello.
Para llegar tomamos el bus 59 desde el Pabellón Dorado. Desde la estación JR Kyoto se pueden tomar el metro y la estación más cercana a la entrada del Palacio es Imadegawa, de la línea Karasuma (ojo que el metro no es JR!).
Pabellón de Plata
Y como siempre hay tiempo para un templo másfuimos hasta el templo Ginkakuji o pabellón de plata. Ubicado en la ladera este de Kioto este templo es uno delos imperdibles. Atención, a diferencia del templo dorado el templo de platasolo tiene plata en su nombre. Lo más copado del templo son sus jardines, y lomás distintivo su jardín de arena. Fue aquí donde vimos el extremismo japonés yuno de los secretos de porqué tienen unos de los jardines más cuidados delplaneta: un empleado del templo tirado en el pasto sacando imperfecciones conalgo parecido a una pinza de depilar. Increíble pero real.
La perla gastronómica del día no es ni sushi ni ramen. Atención al dato, al salir del Palacio Imperial hay una panadería que se llama Eze Bleu que no tiene nada que envidiarle a las confiterías del sur de Francia. Las tartaletas con frutillas y crema pastelera de esta boulangerie la rompen. A la noche el yin y el yang nos vuelve en forma de búmeran con gusto a poco y haber comprado una bandeja con un varieté en el supermercado no es una buena opción: arroz, una pieza de cerdo y una especie de puré, todo incomible. Todo.
Día 4
Mercado de Nishiki y Pagoda de Gion
Último día en Kioto y nos falta algo entre tanto templo. Así es que vamos hasta el mercado de Nishiki, 400 metros con 120 locales donde hay desde pescados, gorriones en un pincho listos para ser degustados, artesanías, caramelos o muñecas con forma de geishas. Ya saben, si andan por Kioto, entre las calles Temarachi y Takakura pueden pasar un buen rato.
Almorzamos en un tenedor libre con tanta mala suerte que era todo vegetariano. Todo bien con desintoxicarse, pero faltaba comida power. Entonces, como no lo disfrutamos ni siquiera les pasamos el nombre, pero los alertamos para que no caigan en la trampa visual. Amigos vegetarianos no se enojen que si el show de vegetales nos hubiese volado la peluca les pasábamos el dato.
¡Queda tiempo para un templo más! Empachados de santuarios vamos hasta Higashiyama. Entre el templo de Kiyomizu-dera y el santuario de Yasaka-jinja está el templo de Hokan-ji conocido por el nombre de Pagoda de Yasaka. Firme con 46 metros y cinco pisos, esta pagoda fue construida en el siglo sexto, aunque varios incendios la dejaron en ruinas. La actual pagoda, patrimonio cultural de Japón, es una reconstrucción del año 1440, obra de Ashikaga Yoshinori. Alrededor hay restaurantes, tiendas de souvenirs y hasta helados bañados en algo parecido a oro que entra por los ojos aunque sea igual al palito bombón del kiosco de la esquina.
De noche volvemos a Gion, el barrio de las geishas, para despedirnos de una ciudad alucinante donde qué hacer en cuatro días se convierte en un desafío ya que hay docenas de imperdibles. Encima en medio de la cena en un lugar humeante, algo perdido entre callejuelas en penumbras nos enteramos que habíamos sido tíos de Agustinita. Si era imposible olvidarnos de Kioto por ser tan magnética, estar detenida en el tiempo, por su bosque de bambú, sus jardines y templos con el notición de la nueva integrante de la familia mucho más.